El futuro y las cargas culturales
- LaraYagia
- 26 jun 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 31 jul 2024
Aquellos que vienen, producto de los que se fueron, están invitado a leer este texto.

Las herencias son una cosa seria, tanto lo material como lo inmaterial, forman parte esencial de quienes somos sin elegir por nosotros. Es decir, tanto como el lugar de nacimiento es un “accidente geográfico”, las herencias de nuestra familia en muchos casos también. Digo en muchos casos porque quiero hacer una aclaración importante, no me refiero específicamente en este caso a las fortunas o bienes materiales como tal, eso que la gente llama herencia.
—Voz 1: no, yo heredé bien, mis tíos no dejaron hijos y me quedaron unos departamentos en el centro.
—Voz 2: fíjate, cuando mi papá se murió lo que dejó fue de existir.
Así, de ese tipo de herencias no hablaremos. Sin embargo, de las que sí es de las culturales y sentimentales, que son, a mi parecer muchísimo más relevantes. Ojo, también hay que distinguir que no hablo de la crianza en sí misma sino una parte de ella que es el proceso del vínculo con los familiares y su legado. Pero bueno, de a poco nos vamos entendiendo queridos amigos invisibles. Esta es la situación que en cuestión conozco por parte de terceros y que me permite expresarles esta sensación que nunca pensé tener, pero veo que a muchos les pasa.
América, del norte o del sur, pero América al fin, es un continente construido por mezclas étnicas y culturales de lo más diversas. Usted puede encontrar desde nietos de rutenos con hijos de aimara y quechua, hasta descendientes de tunecinos mezclados con alemanes y criollos. Ese tipo de mezcla produce, naturalmente, individuos únicos, no solo en sus cargas genéticas, que es un tema de interés, sino también en sus cargas culturales.
—Voz 1: pero ¿qué son las cargas culturales? Me perdí
—Autor: buena pregunta mi estimado, y es un placer responderle. Acá denomino cargas culturales a los conjuntos de enseñanzas, costumbres y tradiciones que forman parte de las distintas, valga la redundancia, culturas de una persona. Entre las cuales, para ser precisos, nos enfocamos habitualmente en las que prevalecen, cosa que puede ser realmente prejuiciosa pero también acertada en muchos casos. Por ejemplo, uno estima que un mexicano tenga una tolerancia mayor al picante que uno argentino, por prejuicio, sí pero también porque está en su cultura y costumbre usar esos ingredientes. Ello, claramente, no determina que sea una ley ya que se confirman las excepciones, pero si digamos ese mexicano se radica en un país como Uruguay, es posible que extrañe la comida picante o que encuentre una forma de transmitir su cultura a sus hijos, y si tiene descendencia con una uruguaya, esos hijos podrán encontrar costumbres distintas y variadas.
—Voz 1: yo pregunté una cosita no más, pero bueno gracias por la explicación.
De modo que, es producto natural de las migraciones que las personas que sean segunda o tercera generación tengan a menudo vínculos con la cultura de sus predecesores, aunque estos ya sean una mezcla de muchas cosas. No obstante, el disparador de esta situación fue una charla que tuve mientras caminaba con una grata compañía por la calle Araoz específicamente entre Mansilla y Paraguay.
—Autor: estuve pensando algo complejo, pero no malo sino curioso y me dio como cosita.
—Grata compañía: ¿qué estuviste pensando? A ver con qué salís jajaja
—Autor: no es nada loco, es que, visto y considerando que tienes una familia pequeña entre tus padres y tu hermana y que estás pronta a irte del país…bueno pensé un escenario en el que, si mueres, por ejemplo, y tus hijos porque es algo que pasa mucho, nacidos y criados en otro país les da por querer aprender de la cultura de su madre, eh, la tienen un poco difícil.
—Grata compañía: ah, livianita la idea que tuviste. Pero bueno, están sus primos y mi hermana.
—Autor: sí, obvio, pero bueno lo que digo es que, al ser una familia pequeña, y que sus abuelos puede que no lleguen a vivir no sé 10 o 20 años más, debe ser difícil porque es como que ajá, quieren ir a la Argentina a encontrar ese “mundo” al que pertenecía su madre, pero no está, es muy difícil. De hecho, si no les enseñas la argentinidad estando ellos fuera, debes casarte con un argentino para que la tengan por ¿quién les enseñará a cebar un buen mate? Por ejemplo, por ahí es una pendejada lo que digo.
—Grata compañía: ¿y vos por qué pensás esas cosas? ¿no crees que te pasará a ti? Porque puede ser, fíjate que en eso no seríamos tan diferente.
—Autor: sí, de hecho, lo pensé para mí y sería como no tener mucho a donde ir, aunque en mi caso tengo muchísima familia y amigos que están en Venezuela, pero ese ya no es ni cerca el lugar al que pertenezco. Pero bueno, estimo que por lo pegada que es mi familia, esa herencia la van a tener, creo que hasta invasivos en muchas formas.
La charla continuó por ese lado hasta que terminamos conversando sobre personas útiles en un apocalipsis donde hubiese que sobrevivir en un búnker. Pero el asunto estaba interesante, ella se planteó eso por primera vez y yo, como buen exagerado y dramático escritor —es necesario tener algo de esos aires para escribir y decir estas cosas, mea culpa–, me dediqué a hacerme la película entera sobre esos chicos que quieren aprender sobre sus ancestros y su cultura, pero no tienen donde apoyarse más que en el recuerdo de sus padres. Por lo que esos jóvenes volverían al lugar del que nunca fueron, pero del que heredaron bellos recuerdos, imágenes hermosas y sensaciones que trascienden a una vida y se convierten en tesoros inmortales de la familia, como yo con el llano de Monagas, las montañas de Caripe, el mar margariteño y tantas, pero tantas cosas más. Así, vi en ellos, algo que parte de mi nostalgia, propia del que viaja con ida, pero sin retorno.
Irónicamente, pensé y hasta sentí empatía por una gran hipotética situación que me motivó, hoy que ando con casi 38 de fiebre, a escribir esto para ustedes. Es que, la identidad es un gran tema de interés y lo vemos siempre en las personas. Miren, yo he visto gente que tiene un abuelo, según ellos que tomó un café en París y ellos sienten un vínculo con Francia importantísimo, y los motiva a retomarlo. A simple vista a esa gente se le tilda de ridícula en Latinoamérica, pero bueno algo encuentran ellos que les interesa y llena de orgullo. De hecho, somos tan capaces de inventar cosas que creamos conexiones donde no las hay, como una conocida que vio una telenovela sobre un sultán y se “convirtió” al islam. En mi caso, al rastrear ese árbol genealógico encontré gente de Túnez, Alemania, España y nativos americanos, seguramente chaimas o caribes. Pero bueno si uno analiza ¿qué nos queda de eso? Realmente muy poco y lo que nos quede es lo que tomamos y con lo que nos identificamos.
Creo que, por ello, es importante revitalizar, por mucho que tenemos esa nacionalidad que nos quema el alma para lo bueno pero que renegamos para lo malo, el hecho de las cargas culturales. Si en su familia hubo algún sirio y esa cultura prevalece, recupérela si le gusta, si le parece útil y sepa que, de allí, de esas historias de viajeros, usted es producto. Es natural interesarse en quienes permitieron que estuviésemos hoy aquí, solo piensen en las cosas por las que pasaron los italianos que llegaron a la boca, los alemanes de la Colonia Tovar, los árabes que impregnaron América Latina, turcos, semitas, españoles, y los que ya estaban. Somos, consecuentemente, el producto de esas historias y esas culturas, por ello nos preguntamos a menudo quiénes o qué somos y la respuesta es simplemente el pendejo, perdón, o pendeja de turno. Pero bueno, ha sido un gusto y espero volver a dedicarles, lo que es mi único compromiso con ustedes según Bukowski, mis escritos.
José Jesús Lara Yagia
Palermo, Capital Federal, Argentina
1:55 a.m.
26/06/2024
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