Héroes y veteranos
- LaraYagia
- 25 jun 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 1 oct 2024
¿Quién no ha soñado en su infancia con ir a la guerra y ser un gran general y soldado? Ubertino tiene un abuelo que le hará cambiar de opinión.

Muchas de las historias sobre héroes jamás contadas yacen en el terreno de la muerte y la gloria. Inspiradas en la victoria y competencia humana. Orgullo, rectitud, virtud y valor son cualidades similares entre los distinguidos en la rama marcial. Hazañas militares, manejo de tropas, discursos de oro y sin duda actos dignos de pasar a la historia yacen en estos personajes ¿Quién no haya inspiración en Napoleón, Bolívar, Washington, San Martín, Alejandro Magno, Julio César, Rommel o Patton? Como verdaderos superhéroes. Los jóvenes ven las guerras como en los videojuegos, películas y caricaturas se representan, donde al morir, revives y es divertido volver a intentarlo. No se entiende el otro lado de un conflicto, el de las desdichas, malos recuerdos e inmanente en los que por ella han transitado. Así, lo relata el diálogo entre Ubertino y su abuelo:
—Abuelo ¿qué sabes sobre la guerra?
—Ubertino, hijo, ¿qué quieres saber?
—Háblame de cómo piloteabas ese avión y cuando explotabas las trincheras enemigas ¡Bum, Bam, taratatatata! Cuando crezca quiero ir al ejército y ser un gran hombre como tú. Así que enséñame.
—Ay hijo, si pudieses entender lo que dices. Pero bueno, al volar el cielo se convierte en tu tierra y estando en un avión, es más útil lo primero, que lo segundo, pero ¿en realidad quieres saber qué es la guerra?
—Claro, así podré demostrar en clases que soy nieto de un gran soldado y héroe de la patria. Porque la maestra y el señor de la televisión dicen que son cosas que no podemos olvidar, ni la patria ni a los héroes.
—Bueno entonces, trae un papel y un lápiz que vas a tener muchas cosas que anotar.
—¡Sí mi capitán!
Ubertino se preparó y sentó frente a su abuelo que yacía reposando en una mecedora.
—A ver mi nieto, empecemos por lo más importante ¿recuerdas cuando te iba a sacar un diente flojo y te dije que dejaría un hilo amarrado a él, pero luego tiré con fuerza y te quedaste sin diente y con un billete?
—No es un muy buen recuerdo abuelo, pero después compré dulces, aunque me dolía para morder.
—Exacto, esa es una característica de la guerra, muchos pierden más de lo que ganan hijo, anote allí pues.
—No entiendo abuelo pensé que esa mancha en tu brazo era signo de honor y orgullo.
—Claro que es un reconocimiento social, pero ¿sabes qué extraño más? Poder levantar cosas con mi brazo, además veo a muchos en la calle con heridas de bala y estoy seguro de que poco heroicas eran sus razones. Vamos con lo siguiente.
—Espera que termino de anotar y… ¡listo!
—Asumo, también recordarás, cuando dejaste la lonchera en la sala y te fuiste al colegio, como no tenías comida no comiste hasta volver ¿recuerdas ese día?
—Claro que sí, mi mamá me dijo que la metiera, pero por estar viendo tele se me olvidó, aparte llego y ni tenían el almuerzo listo y me mataba el hambre, pero tú estabas tranquilo abuelo.
—Hijo, cuando hay guerras pasa algo similar, solo que las loncheras duran poco y son muy escasas. Abunda el hambre y tu mamá no te va a cocinar, de hecho, sueñas porque te aparezca un plato de calabacín del que tanto odias.
—Caramba abuelo, dudo que sea así, primero muerto que comerme eso.
—Y es correcto que lo digas porque, por no tener comida muchos murieron de hambre, eso sí, las personas, después de las hambrunas de la guerra se volvieron mejores administradoras y mucho más gentiles con los que poco y nada tienen, como si de la desgracia surgiera la bondad.
—Entonces me dices que, en la guerra hay hambre y se pierde más de lo que se gana, yo pensaba ir contento a clases.
—Y faltan más cosas Ubertino, por cierto ¿y tu amiga Natalia?
—Se mudó hace una semana, sus padres se fueron al cielo dice mi mamá y ella fue con su tía.
—Esta es una característica básica de la guerra hijo, así que anota bien, mucha gente va al cielo y no como tu bisabuela, que la pudimos despedir entre todos, sino que, un día abandonan su hogar y no los vuelves a ver, solo en tu memoria.
—La maestra nos contó de un hombre que se inmoló para proteger a todo el ejército ¿es esa clase de despedidas?
—No hijo mira esos hombres ponen primero el objetivo de la guerra que ellos y actúan de manera muy noble, pero ¿qué sentirías si tu papá no volviese a entrar por esa puerta?
—Abuelo, no sé, pero ya casi me dan ganas de llorar cuando lo imagino.
—Entonces coja su lápiz, que viene otra lección.
—Sí, déjame limpiarme la nariz y ya… bueno continúa.
—Cuando tu mamá te dice: << ¡Ubertino Antonio Fuentes Campos, en la casa hablamos!>> ¿qué sientes?
—Miedo abuelito, cada vez que me dice eso es seguro que viene una correa o una chola de por medio, aunque, nunca está claro qué pasará, pero seguro es algo malo.
—Exacto hijo, pero creo que sí eres mi nieto, porque hasta inteligente eres. Cuando hay guerras nadie sabe qué va a pasar, ni siquiera ese mismo día. Es la incertidumbre la que nos carcome y desespera, acompañada del pánico, los nervios y la desesperanza.
—Entonces, en la guerra, perdemos más de lo que ganamos, morimos de hambre, se van nuestros seres queridos y como si fuera poco, la incertidumbre acaba con la esperanza. Caramba abuelo, yo que pensaba que era más divertido, pero ahora que lo pienso me da miedo ir a la guerra.
—Lo peor es que nadie quiere ser médico, abogado, periodista o profesor y todos quieren ser grandes tenientes y militares, porque, precisamente, no saben lo que es la guerra.
—Yo me imaginaba en un caballo blanco o en un tanque por las sabanas y caminos con mis amigos uniformados de verde, incluso pensaba disparar cañones desde un barco.
—Esos sueños son válidos, así que déjelos como lo que son y rece porque no se materialicen. Vaya a estudiar y recuerde: lo peor sobre la guerra es perderla.
José Jesús Lara Yagia
La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
06/12/2024
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