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Mi primer trabajo

  • Foto del escritor: LaraYagia
    LaraYagia
  • 25 jun 2024
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 1 oct 2024

Por algo se empieza.



Buscar empleo es realmente inquietante. Muchos tienen poca suerte otros tienen mucha suerte y logran solventar sus problemas con algún trabajo. Lo cierto es que pocas son las personas que realmente disfrutan de lo que hacen. Entonces ¿qué nos queda para los que solo queremos hacer aquello que nos gusta? Pues hay que sacrificarse un poco, dirían algunos. Lo cierto es que aunque seamos capaces de hacer alguna actividad que no sea de nuestro agrado y la hagamos relativamente bien, no es normal que uno destaque en eso.


Veamos el ejemplo de mi primer trabajo. Recuerdo que eran, tonto, inocente en muchas cosas y me sentía en total desventaja al compararme con los otros empleados. Eso fue en una heladería en Argentina, en la ciudad de La Plata por allá por el 2017, duré, como era de esperarse un mes y unas semanas. El problema no era que no pudiese trabajar sino que era malo en ello. Se preguntarán ustedes ¿cómo es uno siendo malo en un trabajo tan sencillo? Pues, la respuesta es que simplemente era pésimo laburante —como decían mis compañeros—. Aunque soy bueno en matemáticas, las cuentas no me cerraban, el inventario nunca lo hacía a tiempo, los pedidos venían mal, el helado lo servía mal y para colmo en mi primer día rompí una puerta por no saber para que lado abría. Ah y muy importante, verifique siempre que puedan que las mesas entren a los locales antes del cierre…luego se les olvida y amanece la heladería sin muebles.


Pero volviendo al caso, uno se conoce y aunque sea difícil escuchar un “¿Vos nunca laburaste en tu vida verdad?” por el mero hecho de no saber usar la caja registradora, la gente de algún modo aprende y resuelve aunque no les guste. Creo que en esos casos el peor de los males es cuando efectivamente te enamoras de esa estabilidad laboral —digámosle así—, porque te empiezas a dedicar en cuerpo y alma, así no lo busques, a algo que no es lo tuyo que es artificial y adquirido, con lo que terminas por abandonar eso que movía tu alma en algún punto. Sin embargo ahí estaba, con una camisa roja con rayas blancas o blanca con rayas rojas, un delantal Vinotinto y la cara de alegría fingida para atender a los clientes y servirles helado. De estos personajes en la clientela había de todo, chicas lindas, señoras con sus nietos, pero por sobre todo adolescentes, era impresionante, parecía una sala de cine, todos arregladitos con sus novias o grupos de amigos y uno, que no era tanto mayor, pero tenía un uniforme de payaso, perdón heladero, se sentía como viejo. Respecto los clientes uno que nunca olvidaré me preguntó cuando le preparaba “¿Así sirven el helado en Centroamérica?”, yo, desde mi inocencia quizás o el cansancio, le dije no sé, pregúntele a alguno, soy venezolano. Esa conversación no prospero, el señor se terminó de reír y se fue. Lo que sí me quedó fue la duda eterna sobre si quería hacerme notar, burlarse, simplemente conversar y yo estaba cansado o sensible a cosas que son poco importantes.


Nunca renuncié a la escritura, ni mucho menos a la literatura. Es decir, cuando trabajas 10 o 12 horas al día no tienes mucho tiempo pero en los pequeños espacios libres ahí te pones a leer, a escribir o escuchar algo vinculado a tus gustos. Esa es, la que considero la esencia de mantenerse libre, al menos libre de elegir lo que te gusta en la vida. Ojo, es una cuestión delicada, pues no todo el mundo lo entiende y hay quienes simplemente piensan o aprendieron a que les dejaran pensar que sus pasiones son simplemente una actividad imposible de lucrar. Obviamente hablamos de cuestiones normales, no nada raro; inclusive lo extraño, a lo que mi experiencia cuenta, tiene un lugar muy importante para generar guita. Es decir, todo lo que le puedan colocar precio y venderlo tendrá eventualmente algún comprador o consumidor, es así o ¿alguno recuerda que en su momento había gente que vendía rocas de forma online? Es decir, una roca, iban a un patio, sabana, montaña o cualquier lado con una roca y la vendían, ni eran homogéneas.


La moraleja de toda esta cuestión es que en el mundo del mañana, que realmente es hoy queridos lectores, no piensen las cosas en términos de estabilidad en un trabajo puntual y donde ustedes serán reemplazables, al contrario, enfóquense en eso que aman. Si quieren ser músicos y sienten que tienen las capacidades porque, a ver ¿cuántos no han querido ser goleadores de la Premier League pero terminan en un banco o en una oficina esperando el break de las 15, en el mejor de los casos, jugando en la C?, la respuesta es muchos. Entonces los talentos, si se tienen y se mezclan con esa pasión pues desarróllenlos, permítanse ser felices esforzándose en aquello que sí les mueve el piso, porque aunque no lo crean si ustedes tienen una pasión y talento en algo, es un regalo, no sé si de Dios, Buda, Allah, o los terraplanistas, pero alguien les dio ese dote que no tienen todos.


¿Saben lo aburrido que es alguien que no tiene pasiones? Pff, abundan, hay gente tan insípida como el arroz sin sal, aunque perdón señor arroz, usted tiene lo suyo, con o sin sal, digamos algo más coherente, no sé pollo sin sal, aburrido, pálido, sin sabor, pero así hay mucha gente. Lamentablemente, los conoces y pueden ser buenas o malas personas, no va por ahí la cosa solo que simplemente no tienen esa chispa que ustedes creen que todos tenemos porque la televisión nos llenó la cabeza con eso. Por otro lado, sería hipócrita de mi parte si no les dijera que gracias a que nos han repetido que todos servimos para algo y brillamos igual, la gente que sí tiene talento en algo se atrevió en su momento a brillar porque sintieron que eran especiales, a pesar de no saberlo en un principio. Pero volviendo a tierra, porque me fui un poco, no busquen trabajos que no les gustan, incluso si son por unos meses, busquen algo de lo que puedan aprender y que crean que por lo menos más allá del dinero les nutra para algo sus vidas y los día a día. No saben lo miserable que me sentí cuando tenía que cargarle combustible a la gente, o cuando tenía que recoger sus desastres en los pasillos de un supermercado chino —del cual el jefe se hizo mi mejor amigo—, son momento que no nos suman mucho, salvo experiencias, moralejas y algún buen o mal trago pero hasta ahí. Fíjense que me escondía en donde estaban los vinos almacenados a leer una o dos páginas mientras “organizaba” así podía salvarme de algún jalón de orejas del jefe.


Para concluir, porque creo que ya cumplo con la cuota autoimpuesta de mis narrativas, tengan en cuenta que si tienen pasiones vívanlas, si no las tienen encuéntrenlas y si no es ni la una ni la otra, por favor reflexiona ¿qué coño hago leyendo a José? ¿Por qué no aprovecho mi tiempo en otra cosa? Porque yo les diría lo mismo, nada es más insensato y masoquista, incluso a los que les gusta, que perder el tiempo, lo demás se recupera, pero el tiempo, nunca.


José Jesús Lara Yagia

Palermo, Buenos Aires, Argentina

21/05/2024


 


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